miércoles, 2 de abril de 2014

Entrevista con Noemí Redondo




Es difícil resumir en unas líneas la trayectoria de esta trotamundos que hoy nos ha hecho un hueco en Espíritu23 para hablar de Islas con nosotras, que nos hemos presentado como amantes de su profesión e ignorantes de lo que esconde una mente con tantos viajes y tantos años de televisión a las espaldas.
Desde Españoles por el mundo hasta Callejeros Viajeros, pasando por Supervivientes; consideramos que hay pocas personas en el panorama del periodismo nacional que sepan hablarnos mejor de las islas en los medios de comunicación que Noemí Redondo.


¿Qué es para ti una isla?

Para mí una isla es un lugar aislado, dependiente, rodeado de mar por todos los lados. Para mí que soy de Madrid, es precisamente todo lo que no es mi ciudad. Siempre pienso en el paraíso como una isla; pero tampoco me voy a engañar, es mucho más que un paraíso. Hay islas que son paraísos y hay islas que son infiernos.

¿Qué piensas que se transmite en los medios de comunicación de las islas?¿Es la misma idea que tu tienes de una isla?

Yo no creo que los medios de comunicación hagan una transmisión concreta de las islas en sí.  Pero es importante diferenciar entre los medios de comunicación y la  publicidad entendida como medio de comunicación.
En la transmisión publicitaria lo que se ve es una palmera paradisíaca con una playa espectacular en las Islas del Maíz en Nicaragua. Eso es lo que vas a ver, vas a ver una postal. Pero si tú abres el foco, y en vez de un objetivo de 50 milímetros pones un gran angular, resulta que en la misma foto te encuentras a cuatro criollos que viven vendiendo droga…

¿Y tú crees que eso es lo que marca la diferencia entre “un documental” y un Callejeros Viajeros? ¿Es Callejeros Viajeros la apertura del objetivo de la gente?

Hace diez años empezó Callejeros,  fue una revolución en los medios de comunicación a nivel informativo porque era un tipo de grabación muy dinámica, muy cercana, muy poco preparada… al final se convirtió en una plaga a nivel nacional y de repente todos los programas empezaron a imitar esa manera de grabación, hasta que saturó.
Primero fue Kilómetro 33 en Cataluña, luego Madrileños por el mundo -que se basaba en descubrir el exterior de España a través de las vidas de los madrileños que vivían ahí-, y después ya llegó Españoles en el Mundo, donde yo trabajé .
Dos meses después empezó Callejeros Viajeros. La diferencia que marcó con el resto de programas es que no se reflejaba la realidad de las personas españolas que vivían en el extranjero, sino que reflejaba la realidad de los países en los que las personas vivían. No importaba que fueran españolas las personas a las que se entrevistaba.  Sí que es cierto que se tiraba del “español”, pero para evitar una cosa muy poco aceptada en España que es el subtítulo en televisión. He grabado a gente totalmente anónima, porque lo que importaba era el país, la forma de vida.
¿Me preguntabas si Callejeros Viajeros muestra lo bonito, lo exótico, lo ocioso? Hay programas en los que sí y programas en los que no.

¿Nos puedes dar ejemplos en concreto? ¿Siempre has podido mostrar lo que has querido?

En Españoles en el mundo me tocó grabar Cabo Verde. Llegué ahí para grabar la vida de las personas que vivían ahí, no el país; entonces grabé personajes.
Dentro de esos personajes había uno en concreto que era de los más antiguos españoles que vivían en la isla. Era arquitecto y se había erigido como capitán de la Isla, un mandamás que además había reconstruido una zona de Ciudad Bella que antiguamente era la zona de esclavos de Cabo Verde.
Es un sitio muy duro.  Yo grabé el pilón de los esclavos, las fortificaciones… ciertas cosas que reflejaban la historia del lugar; pero además grabé una entrevista con este señor en la que yo, evidentemente, hice mi trabajo -preguntar lo que era de su vida- pero no pude evitar hacer una radiografía de lo que él mismo era: un tirano fascista. Yo simplemente le hacía preguntas y él se dibujaba a sí mismo con frases muy burdas.  Esa parte para mí era importantísima a la hora de editar el programa, porque eso era Cabo Verde. Era un lugar donde se habla criollo, donde los hombres y mujeres tenían una manera de ser en la que la vida les pasaba por delante, necesitaban que alguien les dijera lo que tenían que hacer porque detrás de ellos caían siglos de esclavitud, y eso condiciona a un ser humano.  Una manera de reflejar la vida en Cabo Verde era entender a este señor, su forma de pensar esclavista y clasista  hacía entender la vida de los caboverdianos.
Cuando llegue a España, TVE cortó esas partes. Decidieron que era muy político para el tipo de programa que estábamos haciendo. Tampoco pude grabar la construcción de megahoteles en Boa Vista, enromes masas de moles de cemento que no guardaban estética alguna con la isla.  Ese programa se emitió sin que salieran esas realidades que yo había visto. Entonces está claro, los medios condicionan lo que el espectador ve y la idea que tiene del lugar.

Después de ese reportaje la embajada  casi me envía una carta de agradecimiento por lo bonita que había puesto su isla... Sin embargo, en Callejeros viajeros Malta pasó todo lo contrario, recibí una carta donde me decían que no estaban nada conformes con lo que yo había reflejado.

Cuando busqué información antes de ir a Malta lo que yo veía siempre era una foto que es conocida por todo el mundo. Una foto de una playa de roca de agua cristalina, de un cielo azul precioso… para el viajero eso es Malta.


Pero cuando tú llegas a Malta, la realidad es otra. La realidad es que las playas no tienen arena, cosa que el  turista no percibe hasta que llega ahí, porque lo que tiene en la retina es la imagen de esa playa azul y maravillosa que ni siquiera pertenece a la isla grande. Esa playa es espectacular, pero cuando llegas ahí es como ver veinticinco mil chorizos en una barbacoa que no entran. No hay espacio para ponerse, en realidad, la sensación que tienes al  llegar es de asfixia y ¡estás en el paraíso! Estás en una paraje espectacular pero lo que sientes es  angustia porque no sabes dónde puedes poner el pie sin pisar a alguien o dónde puedes dejar la toalla… Un lugar en el que tienes que comprar agua porque no hay agua y te cobran por cada botella cuatro euros.  Claro que todo eso no lo pones en una foto turística.
También grabé una de las zonas de marcha de Malta que se llama Paceville, porque para mí era importantísimo -era verano-. Ahí me encontré con la depravación, el desfase, la falta de respeto por una isla que no es la tuya... y era brutal. Todo por el alcoholismo barato, porque se fomenta la borrachera… es Sodoma y Gomorra para los estudiantes.  Malta vive mucho de los estudiantes que van a aprender inglés. Además, en el momento en el que yo fui Zapatero acababa de decir que iba a reducir la ayuda de becas, se creó una revolución porque “Zapatero nos iba a quitar las becas”; pero yo vi ahí lo que se hacia con ese dinero de las becas MEC. Yo me sentí avergonzada. Me ha pasado muy pocas veces, pero me sentí avergonzada de ser española, de hecho, hubo un momento en el que baje la cámara y me negué a grabar. No quise grabar más porque era tan bestia lo que estaba grabando… No seguí grabando pero sí que lo quise contar, porque eso estaba pasando en Malta. Eso es Malta, Malta era un espejismo de lo que se veía en las revistas de viajes.


En realidad es muy difícil relacionarse con un maltés, son muy religiosos, hasta el punto de la enfermedad. Frente a esa religiosidad te encontrabas el desfase permitido en las calles de al lado. Malta es un lugar en el que no está permitido el divorcio ni el aborto, pero están permitidas legalmente las empresas de apuestas y de negocio online de telecalls... es una doble moral lo que hay en Malta, un pueblo difícil, cerrado, lleno de dicotomías...  
¿No le gusta a la embajada que hayamos emitido ese reportaje?, ¿no le gusta eso a las agencias de turismo? Yo lo tengo que hacer, es mi compromiso con la gente.

¿Y has sentido en alguno de tus programas ese sentido de aislamiento del que hablábamos antes?

Me pasó un cosa muy curiosa en Hawái que refleja verdaderamente el aislamiento de estos lugares. Estando en Sídney se nos rompió la cámara, y después de grabar en Australia teníamos que ir Hawái directamente, no pasábamos por España y necesitábamos otro equipo.  En Australia lo encontramos fácilmente, y después de grabar ese Callejeros volamos a Hawái. Se suponía que para cuando llegáramos al hotel tenía que estar esperándonos en la habitación un equipo nuevo que nos habían mandado desde España, pero ahí no había nada. No había llegado porque había quedado parado en la aduana de Estados Unidos. Así que nos encontramos con ocho días por delante y un programa de televisión de cincuenta minutos que grabar sin cámara. Además estábamos en una isla, incomunicada del mundo,  en la que el sistema de grabación cambiaba, al igual que los equipos. Nos pusimos a buscar un equipo de alquiler que se adaptase a nuestro formato y no encontramos nada, estuvimos tres días metidos en el hotel... Curioso porque Hawái es una zona de filmación muy conocida por sus paisajes… pero es una isla en  la que se graban series y cine exclusivamente, no televisión. El equipo que requeríamos era poco profesional para lo que ahí nos ofrecían. Al final conseguimos encontrar a un señor que tenía una cámara casi de casualidad, nos la alquiló y al final pudimos grabar.
El que nosotros estuviéramos tres días buscando un equipo demuestra el nivel de aislamiento en el que puede llegar a vivir una isla. Ellos tienen lo que necesitan, pero no tienen más. No es fácil encontrar ciertas cosas, en este caso era una cámara de televisión, pero es que en otro igual es comida. 
Cuando nos pusimos a grabar Hawái me maravillé. Era un sitio espectacular, precioso. Grabamos las playas, las zonas verdes, las montañas... Pero no nos quedamos ahí, nosotros grabamos lo que realmente sentimos. Nos encontramos con una isla que había sido colonizada por Estados Unidos, cuya población indígena era ninguneada por la población estadounidense, económicamente sometida al turismo japonés…  Un lugar en el que la clase media y alta era americana, japonesa o turista y la clase indígena -los hawaianos de verdad- vivían en poblachos en casas marginales, en playas acampados… La cantidad de vagabundos era impresionante, y no sólo autóctonos.
Oahu tiene una zona downtown  que es Hounululú donde se hacen miles de millones cada día, donde las mayores empresas de negocios de videojuegos tienen su sede, donde comer es carísimo y donde la gente va a trabajar como robots a ganar dinero desde la mañana a la tarde… Pero Hawái también es la zona de al lado, donde está el antiguo barrio de los marineros hawaianos y americanos en el que en los bares hay rastas, se pasa droga, se consume metanfetamina y se bebe cerveza día tras día hasta que caes redondo al suelo. En Hawái hay gente que vive de los subsidios, mujeres que lloran porque a sus antepasados los mataron los estadounidenses. Eso es Hawái.
Podía haber ido a Hawái y haber mostrado dónde se grabó Lost, la playa  paradisíaca, el tipo haciendo surf en Waikiki... pero creo que la gente no se merece eso. Me colé en la base americana y grabé esas bases, grabé a  vagabundos con los que me paré a hablar durante dos horas, grabé campamentos de antisistemas que vivían fuera de la ley en playas; y me aceptaron en todas las partes.

La sensación de Australia fue totalmente diferente a la sensación de Hawái. Australia es una isla mucho más  grande, pero también viven aislados, incluso dentro de la propia isla. No es lo mismo vivir en el centro que vivir  en Tasmania, en Sídney que en Melbourne…. Sídney, por ejemplo, es todo “buen rollo”.  La gente te acoge a cambio de nada, por ejemplo cuando se me rompió la cámara, y eso se ve en el programa.

Ahora queremos hablar de otro programa en el que también trabajaste: La isla de los famosos. ¿Qué piensas de que se haga de una isla un espectáculo?

Vivimos durante tres meses en el Amazonas brasileño, que no es isla; pero si quieres que hablemos de aislamiento, el Amazonas es incluso más aislado que cualquier isla. También estuvimos en Santo Domingo, pero en otra edición.
Yo creo que el programa no es tanto espectáculo sino más bien entretenimiento.  No obstante, ha ido evolucionando. No es lo mismo la primera edición, la que yo hice en el 2004, que la que se hace ahora.
Pero en este tipo de formato lo importante no es el lugar en el que están; los podían llevar a Siberia. El espectáculo se busca en el enfrentamiento, en la sinergia de las personalidades que chocan entre sí. La imagen que se da de los lugares, si soy un poco justa, no está mal. En las islas, hay cosas que me gustan y que la gente no ve porque se centra en los que se están peleando… pero si eres capaz de sacar a los concursantes y quedarte con lo que pasa en la isla,  es muy interesante ver cómo realmente son algunas zonas paradisíacas.
Por ejemplo, cuando tu piensas en República Dominicana no piensas en política -que hay tela-, piensas en la playa fantástica, en los altavoces a tope con gente bailando,  piensas en ron, en palmeras... Supervivientes te muestra una playa paradisíaca estupenda donde de repente hay otra realidad.
Me parece un programa en el que si quitas el entretenimiento y te quedas sólo con lo que es la “geografía” -lo que nos trae a esta entrevista- es de los más reales. Te ponen un espejo real en la vida de una isla: te dicen que estás aislado, que no tienes comida, que tienes que salir al mar a pescarla... Además de los verdaderos dueños del lugar que son los insectos,  son los amos y te atacan. Estando ahí he llegado a ver una nube negra que se acerca y te come, como en las películas. Y llegas a contar 60 picaduras en un ojo o se te hincha el cuerpo, pero lo asumes porque es algo suyo, es su zona y tú estás ahí de intruso. Para mí Supervivientes –en sus orígenes- eso mucho más real que un folleto turístico.

Conclusión en palabras de Noemí.

Yo repito, es muy importante el periodista, el oficio del periodista. Hay que luchar por transmitir el material que se consigue, y hay que ser justo. Y no estoy diciendo que sea la mejor periodista del mundo, que para nada no lo soy. Pero es muy importante que estés a gusto con lo que tú haces, tienes que rendirte cuentas a ti mismo, más allá de que luego tengas que rendírselas a otros… 

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