Es difícil resumir en unas líneas la trayectoria de
esta trotamundos que hoy nos ha hecho un hueco en Espíritu23 para hablar de
Islas con nosotras, que nos hemos presentado como amantes de su profesión e
ignorantes de lo que esconde una mente con tantos viajes y tantos años de televisión
a las espaldas.
Desde Españoles por el mundo hasta Callejeros Viajeros,
pasando por Supervivientes; consideramos que hay pocas personas en el panorama
del periodismo nacional que sepan hablarnos mejor de las islas en los medios de
comunicación que Noemí Redondo.
¿Qué es
para ti una isla?
Para mí una isla es un lugar aislado, dependiente,
rodeado de mar por todos los lados. Para mí que soy de Madrid, es precisamente
todo lo que no es mi ciudad. Siempre pienso en el paraíso como una isla; pero
tampoco me voy a engañar, es mucho más que un paraíso. Hay islas que son
paraísos y hay islas que son infiernos.
¿Qué
piensas que se transmite en los medios de comunicación de las islas?¿Es la misma
idea que tu tienes de una isla?
Yo no creo que los medios de comunicación hagan una
transmisión concreta de las islas en sí. Pero es importante diferenciar entre los
medios de comunicación y la publicidad
entendida como medio de comunicación.
En la transmisión publicitaria lo que se ve es una
palmera paradisíaca con una playa espectacular en las Islas del Maíz en
Nicaragua. Eso es lo que vas a ver, vas a ver una postal. Pero si tú abres el
foco, y en vez de un objetivo de 50 milímetros pones un gran angular, resulta
que en la misma foto te encuentras a cuatro criollos que viven vendiendo droga…
¿Y tú crees
que eso es lo que marca la diferencia entre “un documental” y un Callejeros Viajeros?
¿Es Callejeros Viajeros la apertura del objetivo de la gente?
Hace diez años empezó Callejeros, fue una revolución en los medios de
comunicación a nivel informativo porque era un tipo de grabación muy dinámica,
muy cercana, muy poco preparada… al final se convirtió en una plaga a nivel
nacional y de repente todos los programas empezaron a imitar esa manera de
grabación, hasta que saturó.
Primero fue Kilómetro 33 en Cataluña, luego
Madrileños por el mundo -que se basaba en descubrir el exterior de España a través
de las vidas de los madrileños que vivían ahí-, y después ya llegó Españoles en
el Mundo, donde yo trabajé .
Dos meses después empezó Callejeros Viajeros. La
diferencia que marcó con el resto de programas es que no se reflejaba la
realidad de las personas españolas que vivían en el extranjero, sino que reflejaba
la realidad de los países en los que las personas vivían. No importaba que
fueran españolas las personas a las que se entrevistaba. Sí que es cierto que se tiraba del “español”,
pero para evitar una cosa muy poco aceptada en España que es el subtítulo en
televisión. He grabado a gente totalmente anónima, porque lo que importaba era
el país, la forma de vida.
¿Me preguntabas si Callejeros Viajeros muestra lo
bonito, lo exótico, lo ocioso? Hay programas en los que sí y programas en los
que no.
¿Nos puedes
dar ejemplos en concreto? ¿Siempre has podido mostrar lo que has querido?
En Españoles en el mundo me tocó grabar Cabo Verde. Llegué
ahí para grabar la vida de las personas que vivían ahí, no el país; entonces
grabé personajes.
Dentro de esos personajes había uno en concreto que
era de los más antiguos españoles que vivían en la isla. Era arquitecto y se
había erigido como capitán de la Isla, un mandamás que además había
reconstruido una zona de Ciudad Bella que antiguamente era la zona de esclavos
de Cabo Verde.
Es un sitio muy duro.
Yo grabé el pilón de los esclavos, las fortificaciones… ciertas cosas
que reflejaban la historia del lugar; pero además grabé una entrevista con este
señor en la que yo, evidentemente, hice mi trabajo -preguntar lo que era de su
vida- pero no pude evitar hacer una radiografía de lo que él mismo era: un
tirano fascista. Yo simplemente le hacía preguntas y él se dibujaba a sí mismo
con frases muy burdas. Esa parte para mí
era importantísima a la hora de editar el programa, porque eso era Cabo Verde. Era
un lugar donde se habla criollo, donde los hombres y mujeres tenían una manera
de ser en la que la vida les pasaba por delante, necesitaban que alguien les
dijera lo que tenían que hacer porque detrás de ellos caían siglos de
esclavitud, y eso condiciona a un ser humano.
Una manera de reflejar la vida en Cabo Verde era entender a este señor,
su forma de pensar esclavista y clasista hacía entender la vida de los caboverdianos.
Cuando llegue a España, TVE cortó esas partes. Decidieron
que era muy político para el tipo de programa que estábamos haciendo. Tampoco
pude grabar la construcción de megahoteles en Boa Vista, enromes masas de moles
de cemento que no guardaban estética alguna con la isla. Ese programa se emitió sin que salieran esas
realidades que yo había visto. Entonces está claro, los medios condicionan lo
que el espectador ve y la idea que tiene del lugar.
Después de ese reportaje la embajada casi me envía una carta de agradecimiento por
lo bonita que había puesto su isla... Sin embargo, en Callejeros viajeros Malta
pasó todo lo contrario, recibí una carta donde me decían que no estaban nada
conformes con lo que yo había reflejado.
Cuando busqué información antes de ir a Malta lo que
yo veía siempre era una foto que es conocida por todo el mundo. Una foto de una
playa de roca de agua cristalina, de un cielo azul precioso… para el viajero
eso es Malta.
Pero cuando tú llegas a Malta, la realidad es otra.
La realidad es que las playas no tienen arena, cosa que el turista no percibe hasta que llega ahí, porque
lo que tiene en la retina es la imagen de esa playa azul y maravillosa que ni
siquiera pertenece a la isla grande. Esa playa es espectacular, pero cuando llegas
ahí es como ver veinticinco mil chorizos en una barbacoa que no entran. No hay
espacio para ponerse, en realidad, la sensación que tienes al llegar es de asfixia y ¡estás en el paraíso! Estás
en una paraje espectacular pero lo que sientes es angustia porque no sabes dónde puedes poner
el pie sin pisar a alguien o dónde puedes dejar la toalla… Un lugar en el que tienes
que comprar agua porque no hay agua y te cobran por cada botella cuatro euros. Claro que todo eso no lo pones en una foto
turística.
También grabé una de las zonas de marcha de Malta que
se llama Paceville, porque para mí era importantísimo -era verano-. Ahí me
encontré con la depravación, el desfase, la falta de respeto por una isla que
no es la tuya... y era brutal. Todo por el alcoholismo barato, porque se
fomenta la borrachera… es Sodoma y Gomorra para los estudiantes. Malta vive mucho de los estudiantes que van a
aprender inglés. Además, en el momento en el que yo fui Zapatero acababa de
decir que iba a reducir la ayuda de becas, se creó una revolución porque “Zapatero
nos iba a quitar las becas”; pero yo vi ahí lo que se hacia con ese dinero de
las becas MEC. Yo me sentí avergonzada. Me ha pasado muy pocas veces, pero me
sentí avergonzada de ser española, de hecho, hubo un momento en el que baje la
cámara y me negué a grabar. No quise grabar más porque era tan bestia lo que
estaba grabando… No seguí grabando pero sí que lo quise contar, porque eso
estaba pasando en Malta. Eso es Malta, Malta era un espejismo de lo que se veía
en las revistas de viajes.
En realidad es muy difícil relacionarse con un maltés,
son muy religiosos, hasta el punto de la enfermedad. Frente a esa religiosidad
te encontrabas el desfase permitido en las calles de al lado. Malta es un lugar
en el que no está permitido el divorcio ni el aborto, pero están permitidas
legalmente las empresas de apuestas y de negocio online de telecalls... es una
doble moral lo que hay en Malta, un pueblo difícil, cerrado, lleno de
dicotomías...
¿No le gusta a la embajada que hayamos emitido ese
reportaje?, ¿no le gusta eso a las agencias de turismo? Yo lo tengo que hacer,
es mi compromiso con la gente.
¿Y has
sentido en alguno de tus programas ese sentido de aislamiento del que
hablábamos antes?
Me pasó un cosa muy curiosa en Hawái que refleja
verdaderamente el aislamiento de estos lugares. Estando en Sídney se nos rompió
la cámara, y después de grabar en Australia teníamos que ir Hawái directamente,
no pasábamos por España y necesitábamos otro equipo. En Australia lo encontramos fácilmente, y
después de grabar ese Callejeros volamos a Hawái. Se suponía que para cuando
llegáramos al hotel tenía que estar esperándonos en la habitación un equipo
nuevo que nos habían mandado desde España, pero ahí no había nada. No había
llegado porque había quedado parado en la aduana de Estados Unidos. Así que nos
encontramos con ocho días por delante y un programa de televisión de cincuenta
minutos que grabar sin cámara. Además estábamos en una isla, incomunicada del
mundo, en la que el sistema de grabación
cambiaba, al igual que los equipos. Nos pusimos a buscar un equipo de alquiler
que se adaptase a nuestro formato y no encontramos nada, estuvimos tres días
metidos en el hotel... Curioso porque Hawái es una zona de filmación muy
conocida por sus paisajes… pero es una isla en
la que se graban series y cine exclusivamente, no televisión. El equipo
que requeríamos era poco profesional para lo que ahí nos ofrecían. Al final
conseguimos encontrar a un señor que tenía una cámara casi de casualidad, nos
la alquiló y al final pudimos grabar.
El que nosotros estuviéramos tres días buscando un
equipo demuestra el nivel de aislamiento en el que puede llegar a vivir una
isla. Ellos tienen lo que necesitan, pero no tienen más. No es fácil encontrar
ciertas cosas, en este caso era una cámara de televisión, pero es que en otro
igual es comida.
Cuando nos pusimos a grabar Hawái me maravillé. Era
un sitio espectacular, precioso. Grabamos las playas, las zonas verdes, las
montañas... Pero no nos quedamos ahí, nosotros grabamos lo que realmente
sentimos. Nos encontramos con una isla que había sido colonizada por Estados Unidos,
cuya población indígena era ninguneada por la población estadounidense,
económicamente sometida al turismo japonés…
Un lugar en el que la clase media y alta era americana, japonesa o
turista y la clase indígena -los hawaianos de verdad- vivían en poblachos en
casas marginales, en playas acampados… La cantidad de vagabundos era
impresionante, y no sólo autóctonos.
Oahu tiene una zona downtown que es Hounululú donde se hacen miles de
millones cada día, donde las mayores empresas de negocios de videojuegos tienen
su sede, donde comer es carísimo y donde la gente va a trabajar como robots a
ganar dinero desde la mañana a la tarde… Pero Hawái también es la zona de al
lado, donde está el antiguo barrio de los marineros hawaianos y americanos en
el que en los bares hay rastas, se pasa droga, se consume metanfetamina y se
bebe cerveza día tras día hasta que caes redondo al suelo. En Hawái hay gente
que vive de los subsidios, mujeres que lloran porque a sus antepasados los
mataron los estadounidenses. Eso es Hawái.
Podía haber ido a Hawái y haber mostrado dónde se
grabó Lost, la playa paradisíaca, el
tipo haciendo surf en Waikiki... pero creo que la gente no se merece eso. Me
colé en la base americana y grabé esas bases, grabé a vagabundos con los que me paré a hablar
durante dos horas, grabé campamentos de antisistemas que vivían fuera de la ley
en playas; y me aceptaron en todas las partes.
La sensación de Australia fue totalmente diferente a
la sensación de Hawái. Australia es una isla mucho más grande, pero también viven aislados, incluso
dentro de la propia isla. No es lo mismo vivir en el centro que vivir en Tasmania, en Sídney que en Melbourne….
Sídney, por ejemplo, es todo “buen rollo”.
La gente te acoge a cambio de nada, por ejemplo cuando se me rompió la
cámara, y eso se ve en el programa.
Ahora
queremos hablar de otro programa en el que también trabajaste: La isla de los
famosos. ¿Qué piensas de que se haga de una isla un espectáculo?
Vivimos durante tres meses en el Amazonas brasileño,
que no es isla; pero si quieres que hablemos de aislamiento, el Amazonas es
incluso más aislado que cualquier isla. También estuvimos en Santo Domingo,
pero en otra edición.
Yo creo que el programa no es tanto espectáculo sino
más bien entretenimiento. No obstante, ha
ido evolucionando. No es lo mismo la primera edición, la que yo hice en el 2004,
que la que se hace ahora.
Pero en este tipo de formato lo importante no es el
lugar en el que están; los podían llevar a Siberia. El espectáculo se busca en
el enfrentamiento, en la sinergia de las personalidades que chocan entre sí. La
imagen que se da de los lugares, si soy un poco justa, no está mal. En las
islas, hay cosas que me gustan y que la gente no ve porque se centra en los que
se están peleando… pero si eres capaz de sacar a los concursantes y quedarte
con lo que pasa en la isla, es muy
interesante ver cómo realmente son algunas zonas paradisíacas.
Por ejemplo, cuando tu piensas en República Dominicana
no piensas en política -que hay tela-, piensas en la playa fantástica, en los
altavoces a tope con gente bailando, piensas en ron, en palmeras... Supervivientes
te muestra una playa paradisíaca estupenda donde de repente hay otra realidad.
Me parece un programa en el que si quitas el
entretenimiento y te quedas sólo con lo que es la “geografía” -lo que nos trae
a esta entrevista- es de los más reales. Te ponen un espejo real en la vida de
una isla: te dicen que estás aislado, que no tienes comida, que tienes que
salir al mar a pescarla... Además de los verdaderos dueños del lugar que son
los insectos, son los amos y te atacan. Estando
ahí he llegado a ver una nube negra que se acerca y te come, como en las
películas. Y llegas a contar 60 picaduras en un ojo o se te hincha el cuerpo,
pero lo asumes porque es algo suyo, es su zona y tú estás ahí de intruso. Para
mí Supervivientes –en sus orígenes- eso mucho más real que un folleto
turístico.
Conclusión
en palabras de Noemí.
Yo repito, es muy importante el periodista, el oficio
del periodista. Hay que luchar por transmitir el material que se consigue, y
hay que ser justo. Y no estoy diciendo que sea la mejor periodista del mundo,
que para nada no lo soy. Pero es muy importante que estés a gusto con lo que tú
haces, tienes que rendirte cuentas a ti mismo, más allá de que luego tengas que
rendírselas a otros…
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